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29 octubre 2012 1 29 /10 /octubre /2012 02:14

 

EN UNA TRANQUILA NOCHE CARAQUEÑA

 

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 Me encuentro ante el ordenador en este atardecer- noche caraqueño, con esta tranquilidad que rodea la casa de mis padres, sin un viento fresco en este calor tropical y escuchando  The first time Ever I saw your face de Roberta Flack que a bien tuvo mi ex compañero de universidad, el periodista deportivo afincado en Michigan,  Fernando Conde, de publicar en Facebook. A él tengo que agradecer recordar esta bella canción.

Mientras Bobby, un perrito herido encontrado abandonado cerca de la autopista que rodea a Caracas, La Cota Mil, yace espaturrado en el suelo mirándome agradecido por el baño que le he dado para adecentar su blanco pelo. Su tranquilo aspecto y sus ojos confiados me hacen sentir bien en esta distancia que me separa de mis hijos, los dos tesoros de mi vida.

Atrás quedan las elecciones venezolanas, los engorrosos trámites legales, la lucha diaria con los achaques de mi anciana madre y las peleas con clientes y proveedores por causa del incremento de precios de la mercancía debido a la devaluación del dólar. Problema de esta Venezuela petrolera donde devaluación e inflación son una pesadilla en este eterno sin vivir de la población.

Una avería eléctrica dejó en la tarde sin luz a una parte de la urbanización. Mi madre preocupada por si no había pagado el recibo de electricidad me hizo ver si éramos la única casa sin luz. Con el propósito de averiguarlo salí a la calle con la excusa, además, de comprar algo en la panadería de la esquina. Las sombras de un cálido día se estaban dejando caer sobre Caracas y las farolas y casas sin luz gritaban que la avería afectaba a toda la manzana.

De repente el graznido de los guacamayos volando sobre los frondosos árboles me hizo sentir que sin duda Caracas, como urbe superpoblada, es una maravilla de la naturaleza. En más de una ocasión al salir nos hemos encontrado los vecinos viendo como estas aves comían los frutos que colgaban de las ramas de los árboles que se suceden a los largo de la calzada. En una de las ocasiones alguien sugirió poner pegamento en  algún tallo con la finalidad de  cazar a uno de  estos animales; aproveché para decirle que me parecía una barbaridad. Mejor dejarlos en libertad. ¿Con qué finalidad coartársela?

De regreso, las sombras se tornaron aún más acentuadas. Me imaginé que si me viese mi vecina, la señora Gisela, me diría: ¡Ah! ¡Pero qué guapa[1] es usted! ¡Mire qué es temeraria andar sola por estas calles a estas horas! Pensándolo me sonreía pues no sería la primera vez que la señora Gisela me abordaría con estas palabras. Pero esta tarde no estaba ella, y en su lugar  dos de los vecinos de enfrente a mi casa bromean con un tercero, el señor Giovanni, de origen italiano. Como chufla me ofrecen en venta velas, velones… ¡Ah!, les dije, ¡ustedes sí que aprovechan cualquier circunstancia para hacer negocio!

Y mientras entraba en el jardín de mi casa, dejando a mis espaldas las chanzas de los vecinos, los sonidos de las guacamayos surcando de un lado a otro el cielo, la calidez de la noche, pensaba que es increíble que en esta Caracas de tráfico pesado, de mil y una disputas entre motoristas y conductores de carro[2], de noticias de robos y asesinatos, se pudiese disfrutar de una atardecer tan silencioso, tan calmado, tan lleno de esa sensación de paz que da el buen vivir…¡Increíble!  Y Boby, desde su postura yacente en el suelo, propia de quien aprovecha el frescor de la cerámica, una vez más me lo atestigua. En esta noche suave y tranquila de Caracas, gracias Fernando por recordarme The first Time Ever I saw your face. Y gracias Boby por mirarme con eso ojitos de agradecimiento.



[1] En Venezuela se utiliza la palabra guapa como sinónimo de valiente.

[2] Más de un espejo retrovisor termina roto por la mano de uno de estos motorizados, como fue el caso del mío.

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