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Preocupante idiosincrasia del Venezolano
 
La idiosincrasia es el conjunto de rasgos que conforman el comportamiento de una comunidad y son relativamente cambiantes en el tiempo en función de circunstancias.  
 
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 Vista de un mendigo en las calles de Caracas ante la indiferencia de los transeúntes. La baja autoestima de la que habla José Claudio forma parte de la corrupción generalizada en el país.
 
Por José Claudio Laya Mimó


 Las circunstancias para el venezolano común, en los últimos cien años, han estado signadas por una balanceada combinación de capitalismo salvaje y dependencia, lo cual ha introducido en muchos sectores, graves rasgos de “viveza” y mendicidad, entre otras distorsiones importantes de la convivencialidad.


De la viveza se derivan muchos de los comportamientos agresivos y amenazantes que observamos en la calle, como la falta de cortesía en el trato entre servidores públicos y servidos, quienes se enfrentan ante la negligencia y la necesidad de las diligencias; entre conductores de vehículos automotores quienes quieren, cada uno, “pasar primero” y entre simples peatones que transitan dando codazos y obstruyendo el paso de los demás; pero también se deriva la falta de escrúpulos ante bienes del estado o de terceros para apropiarselos en la primera oportunidad.

La mendicidad es producto de la baja autoestima, consecuencia esta de la penetración sistemática de la idea de que los nacionales venezolanos, y latinoamericanos en general, somos absolutamente incapaces de producir o “desarrollar” un sistema de vida que nos sea propio en principios y maneras, y que nos produzca los niveles de satisfacción y felicidad que caracteriza a una sociedad sana y equilibrada; siendo imprescindible entonces, copiar el modelo norteamericano el cual se hace paradigmático en una versión distorsionada que muestra el “éxito económico” de unos pocos y desestima olímpicamente las grandes desviaciones sociales y la vertiginosa carencia moral de una buena parte de los habitantes de E.U.A..

La viveza nos hace vivir en una especie de cultura de “la piñata” y la mendicidad nos hace pedir aquellos beneficios para lo cuales no hemos hecho ningún esfuerzo. De allí al socialismo existe tal distancia que salvarla exigirá mucho tiempo, recursos y sobre todo acciones muy acertadas.

Para la construcción del Socialismo del Siglo XXI es preciso que los revolucionarios seamos más que ejemplo, promotores entusiastas, de la convivencia civilizada; muy especialmente en términos de cordialidad y de dignidad. La primera debe ser entendida, tanto en su acepción relativa al afecto, como a la honestidad, la franqueza y la sinceridad que ello representa; y la segunda, al logro de éxitos personales proyectados al beneficio colectivo, para el disfrute de ese beneficio como parte de ese colectivo.

Tanto la viveza y la corrupción como la individualidad egoísta y destructiva, son valores que no se corresponden con el socialismo y en consecuencia su erradicación es parte importante de la revolución.

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