GERMEN DESTRUCTOR DEL SISTEMA CAPITALISTA
Una vista de la manifestación de los indignados en Barcelona este 12 de mayo; a continuación dos imágenes de las pancartas portadas por los inidgnados madrileños.
Desde el ordenador de mi casa, a miles de kilómetros de distancia de Europa, asisto asombrada a la escalada de represión ciudadana que se está registrado en los países periféricos de este continente, tales como España, Italia o Grecia y de otros, no tan periféricos, como Inglaterra.
Esta escalada de represión en países democráticos, y no tan democráticos, no es nada nuevo. Como bien se señala en el documental Catastroika[1], desde el inicio del experimento de la implantación de las medidas neoliberales, propugnadas por lo que se conoce como La Escuela de los Chicago Boys[2], siempre ha estado acompañado de una escalada represiva muy importante por parte del estado.
Estas medidas neoliberales de los Chicago Boys propugnan un estricto control del déficit presupuestario, a costa de realizar importantes recortes en los servicios públicos tales como educación y sanidad y privatizar muchos otros servicios básicos como los de suministro de electricidad, agua, gas, telefonía o transporte. Estas iniciativas se venían impulsando en toda Europa desde hace tiempo, sin embargo, la crisis se convierte en una excelente excusa para profundizarlas utilizando para ello el chantaje de la deuda.
Lo cierto es que resulta inútil que se les recuerde, por activa o por pasiva, a los adalides de las medidas de los Chicago Boys que sus teorías lo que han traído, en los países donde se implantaron, fue, en un primer momento, un horroroso shock económico, seguido del sacrificio de una generación en aras de dicho experimento y, finalmente, el giro de la balanza hacia el otro extremo del péndulo.
A pesar de que numerosos economistas, entre ellos el hoy en día famoso Paul Kruggman, Premio Nobel de Economía, advierten del peligro que entrañan dichas políticas, los líderes europeos actuales, como antes los estadounidenses Reagan, George Busch padre y más tarde su hijo, o los ingleses Margaret Thachert o John Major, no escuchan dichas advertencias.
Para los que ya vivimos este momento de “euforia” privatizadora y recortadora de servicios básicos en otros contextos, resulta absolutamente asombroso ver como personas que deberían tener más conciencia y juicio sobre las posibles consecuencias de sus actos, simplemente hacen alarde de no tener dicho sentido común o de no querer tenerlo.
Como desde el norte siempre se ha insistido que parte de los problemas de los países del sur eran en gran medida gracias a la enorme corrupción de sus líderes políticos parecía imposible pensar que lo mismo pudiese ocurrir en los países industrializados. Pero dicha ceguera sólo puede ser comprendida desde el punto de vista de que estos líderes europeos están inmersos en un entorno de corrupción tan grande que son incapaces de ver otra realidad que no sea aquella que desean ver.
Esto es grave. Profundamente grave. Estos señores se están auto engañando y al mismo tiempo, están tratando de engatusar a los ciudadanos para que crean que dichas medidas son por el bienestar común. Todo iría muy bien si la gran mayoría de la población, sobre la que cae todo el peso de la crisis, aceptase estas directrices dócilmente. Pero esto se ha demostrado que es imposible, incluso en países donde los ciudadanos tienen muchísimo menos conocimiento y formación política, como, por ejemplo, todos los países de América Latina.
El caso concreto que mejor conozco es el de Venezuela donde dichas medidas terminaron siendo impulsadas por el líder social demócrata de mayor carisma que tuvo el país en su momento: Carlos Andrés Pérez. Amén de recordar el famoso Caracazo, explosión social que tuvo lugar en el momento en que se inicia la gran embestida neoliberal a estilo de los Chicago Boys, hay que mencionar los siguientes periodos gubernamentales que fueron de descalabro en descalabro en la medida que el descontento se generalizaba.
La gran coronación del fatídico experimento iniciado en el segundo mandato de Carlos Andrés Pérez, vino con la destrucción total del bipartidismo que había sobrevivido durante más de 30 años de democracia y el surgimiento de un gobierno dispuesto a dar un giro de timón violento, enfrentando, incluso de malos modos, las directrices de los adalides de las medidas neoliberales.
Como consecuencia, desde ese momento, la polarización social ha mantenido dividido al país, creando un profundo divorcio entre los ciudadanos de los diferentes extractos sociales y un ambiente revolucionario permanente donde la tensión entre los diversos frentes, tanto entre sus representantes, como entre sus seguidores, se mantiene a lo largo del tiempo.
Como se sabe no es Venezuela el único caso en donde una gran mayoría de los ciudadanos han sabido inclinar la balanza hacia el extremo que les permite combatir unas medidas sumamente dañinas para ellos. Por todos es conocido que esta experiencia, con mayor o menor crudeza se ha vivido en la mayoría de los países suramericanos. Por tanto, tras la experiencia de América Latina, parece increíble que todavía hoy en día, 30 años más tarde, los seguidores de los Chicago Boys insistan en una dirección cuyo camino es ya bastante conocido.
Para muestra un botón: ahí tenemos ya a Grecia. Las últimas elecciones le han lanzado un torpedo a la línea de flotación del bipartidismo. Su mapa político ha quedado totalmente fragmentado y los polos han adquirido un especial poder; por un lado la extrema derecha y por el otro la izquierda. Una vez más la realidad de la historia nos constata que cuando nos movemos en un extremo, la tendencia es ir hacia el contrario. Y es justo lo que está ocurriendo en Europa.
Seguramente las medidas represivas de los actuales gobiernos son un elemento catalizador que va a causar justo el efecto que no desean. Por eso, la idea que cunde entre los observadores imparciales y con conocimiento, es que el sistema capitalista tiene en sí mismo su propio germen de destrucción. Sin duda, dicho germen, parece ser La Escuela de los Chicago Boys. Me temo que este no era el objetivo que perseguían Friedman y Harberger. Pero sin embargo, sin proponérselo, ¡qué bien lo hicieron!
[1] Realizado por los creadores de Debtocracy, un documental visto por dos millones de personas y transmitido desde Japón hasta América Latina, y donde analizan la privatización de los activos del estado.
[2] Chicago Boys es un término aparecido en la década de 1970 para denominar a los economistas educados en la Universidad de Chicago, bajo la dirección de los estadounidenses Milton Friedman y de Arnold Harberger. Los Chicago Boys tuvieron influencia decisiva en el régimen militar de Augusto Pinochet en Chile, siendo artífices de reformas económicas y sociales que llevaron a la creación de una política económica referenciada en la de orientación neoclásica y monetarista, y a la descentralización del control de la economía. Milton Friedman acuñó el término el “milagro de Chile” (The miracle of Chile), para referirse a la obra de sus discípulos en ese país.