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1 junio 2012 5 01 /06 /junio /2012 23:41

NO ESTAMOS ANTE UNA CRISIS,

SINO ANTE UN CAMBIO HISTÓRICO

 

 

 En la nueva edición del programa 'Diálogos con Julian Assange' el fundador de WikiLeaks conversa con los participantes del movimiento Ocupa que se ha extendido por varios países del mundo.

 

 

Ya van dos años seguidos que una amiga me invita a dar una charla a sus alumnos de cuarto semestre de la licenciatura de Comunicación Social (Ciencias de la Información en España) de la Universidad Santa María de Caracas. 

La charla versa sobre el periodismo en la era digital. Uno de los puntos  en los que se sustenta la disertación es en cómo la era digital está modificando la forma de hacer periodismo. Al mismo tiempo se reflexiona sobre la transformación de los elementos de la comunicación y de cómo el esquema tradicional de esta disciplina -el emisor, el medio, el mensaje y el receptor- están cambiando sus roles de forma drástica.

En este nuevo marco de relaciones, auspiciado por la aparición de lo que se conoce como la Web 2.0, donde el  receptor se convierte, muchas veces, en emisor y viceversa, tiene como consecuencia una  profunda democratización de la comunicación y de las relaciones humanas. Estamos en la etapa que Rosental Alves, director del Knight Center for  Journalism in The Americas y profesor de periodismo en la Universidad de Texas  llama la sociedad del prosumer, o sea, del productor-consumidor de contenidos.  El receptor ya no es un ser pasivo que recibe la información empaquetada por otros, entre otras razones porque  no circula en paquetes cerrados, sino en unidades abiertas, en flujos que se distribuyen por la Red.

Estamos ante lo que se denomina “un público cazador de información”. Lo que busca  este público, mejor formado e informado,  no está en la prensa escrita y ante estas carencias de los medios impresos tradicionales la audiencia se vuelca más en los medios interactivos.  Esta  audiencia practica la verificación por corroboración, es decir,  tienen sus sistemas (los buscadores) para confirmar las informaciones, y exige se las muestren, se las enseñen.

Por tanto, el  público de la era de la Web 2.0 es un público más exigente y  espera aprender a través de la experiencia.  Esta audiencia que ha nacido y crecido con los juegos de simulación, no se conforma con cualquier cosa ni tampoco aceptan ser sujetos pasivos consumidores de información o entretenimiento.

Es por esta razón que muchos estudiosos del tema afirman que no estamos ante una crisis, en este caso la de los medios de comunicación, sino ante un cambio histórico en el cual se está haciendo patente que las multitudes se pueden comportar de forma inteligente compartiendo conocimiento y colaborando entre sí.

Y sobre esta base es que surgen movimientos  como El 15M en España, Ocupa Wall Street en Estados Unidos, o Ocupa London, Austria o  Israel. En incluso, fenómenos de comunicación y filtración de información como es el de Wikileaks, del australiano Julian Assange. Ello es debido a que en este nuevo marco de relaciones y comunicación interpersonal, todas las instituciones de la sociedad - medios de comunicación, universidades, corporaciones, gobiernos,  sistema de salud, sistema educativo y redes de energía-  son modelos de la era industrial  y  están fallando. Los nuevos tiempos exigen que las instituciones se adapten al nuevo ciudadano y a su nueva forma de relacionarse.

Todo esto ha llevado a Howard Rheingold,  autor del libro, La multitudes inteligentes (Smart Mobs: The Next Social Revolution), a afirmar que los medios digitales, en manos de miles de millones de personas, están cambiando las instituciones y la práctica profesional del periodismo y, por tanto, también la propia naturaleza de la democracia.

Este nuevo ciudadano que aparece en los albores del siglo XXI  exige que las  estructuras  de las instituciones a su servicio se adapten a un nuevo  marco laboral, a una nueva forma de producción, y, sobre todo, a nuevas reglas y principios tales como: la colaboración, la apertura y transparencia, la interdependencia, compartir la propiedad intelectual y la integridad.[1]

En este contexto los gobiernos están demostrando que afrontan las exigencias de la ciudadanía a partir de puntos de referencia que ya no sirven. Buena muestra son los intentos de  controlar la circulación de información en internet o la represión policial con que son contestadas las manifestaciones pacíficas de descontento de los movimientos Ocupa. Nada como estas reacciones por parte del poder para saber que están descontextualizadas y que ya no sirven para dar respuesta a las necesidades de la nueva sociedad. Por ello, no importa cuál o cuanto sea su esfuerzo, el mismo está destinado a fracasar.

Aún cuando hay muchos que critican a los movimientos ciudadanos de Ocupa, o los Indignados,  porque no le ven un objetivo político claro, la verdad es que lo que están viendo, y criticando es simplemente la punta del iceberg. Este movimiento tiene mucho más calado de lo que a simple vista se  percibe. Y, en realidad, el fenómeno no ha hecho más que comenzar.



[1] En este apartado recomiendo el blog No le digas a mi madre que trabajo en bolsa, de Francisco Alvárez, que fue vicepresidente de la Bolsa de París. Si se fijan, en el artículo A contracorriente,  publicado el 1 del julio el 2012, se apoyan ideas propias de los movimientos Ocupa: “Esta semana entrante se presentará la edición española del libro La economía del bien común de Christian Felber. Hemos hablado de las ideas centrales que propone esta alternativa a la economía realmente existente. De hecho, nos hemos comprometido públicamente en su difusión y desarrollo... y lo seguiremos haciendo. Algunos nos llamarán idealistas, para intentar desacreditarnos, pero no importa: día tras días, son más las empresas de más países los que se suman a la misma. Cada día somos más los que estamos convencidos en cambiar los parámetros rentabilidad-competencia por bienestar-cooperación como ejes de la actividad empresarial, tanto pública como privada”.

 

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