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18 agosto 2011 4 18 /08 /agosto /2011 01:28

 

 

 

 

MI ENCUENTRO CON SUSAN LENNON

 

Llevo en Caracas ya cuatro meses. Es mi estancia más larga tras mi partida hace 20 años. He regresado a la capital venezolana por circunstancias familiares que requerían mi presencia. Y en estos meses, como en otros tiempos, vibro día a día con el quehacer de la ciudad y su paisaje humano. 

Caracas exuda contradicciones que a veces, para una persona sensible, son difíciles de aceptar: la mayor riqueza convive con la peor miseria. Los ranchos atraen las miradas del transeúnte mientras se asoman al abismo: una lluvia tropical que arrase la tierra de las montañas donde se asientan y los damnificados se cuentan por miles.

En las calles los que menos tienen, rodean los coches para prestar servicios rápidos, como, por ejemplo, limpiar los parabrisas, tarea que recibe como recompensa, la mayoría de las veces, dos bolívares fuertes. Otros desafían el tráfico haciendo malabarismos con teas de fuego, pelotas u otros artilugios, a veces mientras montan un vehículo, parecido a una bicicleta, de una sola rueda. En esta capital de tráfico denso los desheredados, niños, jóvenes, mayores, buscan la forma de conseguir algún dinero para sobrevivir y otros improvisan un circo en cada semáforo.

Este paisaje humano de miseria y valor, al mismo tiempo, ya me había llamado la atención en el pasado. Consecuencia de ello fue  mi artículo, publicado en la revista dominical del periódico 2001: “Un hombre con historia”. Un pobre hombre que vivía miserablemente en la quebrada Anauco y solía yacer ebrio en las calles que conducían a la Candelaria, entre la avenida Panteón y la Urdaneta.

Y recientemente, como entonces, otro ser humano, en este caso del género femenino, se cruzó en mi recorrido: Susan Lennon. Una mujer que estará en los 50, delgada, rubia, con acento inglés. Me abordó en la gasolinera de San Bernardino: quería dibujar mi rostro, para que, si yo quedaba contenta, le diese unas monedas.

Sorprendida, le pregunté:

-  ¿De dónde eres Susan?

-  Del Reino Unido, de Irlanda. Pero el Reino Unido es mejor conocido por Inglaterra ¿sabes?

- ¿Qué haces en Venezuela?

- Vine hace 30 años en un velero a correr la aventura. Y la aventura continúa.

Insiste en que me quede quieta, que si no el dibujo no saldrá. Traza las líneas sobre el papel rápidamente. El surtidor observa como maneja la mano entre sorprendido, divertido y admirado. Mientras pienso: aquí tenemos otra consumidora de crac. Y el crac es, seguramente, el responsable de que siga en Venezuela en estas condiciones.

- Yo soy de un pueblito llamado Liverpool.

- ¡Ah! Como John Lennon.

-¡Sí! Como John Lennon.

El ruido de la calle no me permite escuchar lo que a continuación dice, pero parece que es algo relacionado con una relación, ¿filial?, con el ex Beatle fallecido. Tengo que pagar al surtidor y mientras pienso ¿víctima de la esquizofrenia? Reparo en su ropa: bastante limpia para vivir en la calle y una gorra de beisbol cubre su cabeza. Más tarde me entero de que nunca se la quita y que la ropa se la dan: simplemente cambia la sucia por la nueva limpia. En el barrio todo el mundo la conoce. Es generosa dicen. Los vecinos la aprecian y suelen darle comida, ropa, algo de dinero que seguro destinará para el crac.

Agregan, además, que Susan comparte con los que están como ella lo que le dan. Yo recibo el dibujo y a cambio le doy 20 bolívares. Sólo necesita 10 más para una dosis de crac que seguro podrá conseguir en la quebrada Anauco, cercana a la bomba. Alguien de allí se lo venderá y resolverá, de esta manera, su economía. 

Regreso a casa con el corazón en un puño y deseando sentarme con Susan para que, como Pablo José Delofre Klein, me cuenta su historia. Pero, pienso, seguramente será una historia llena de fantasía provocada por la esquizofrenia. Y al mismo tiempo pienso que estos seres humanos  débiles deberían ser ayudados por alguna institución, desde el punto de vista médico, fundamentalmente.

Pero no. Los hombres actuales dividen el mundo en seres humanos de éxito, por  un lado, y de fracaso, por otro. Mientras los primeros juegan en estos momentos a la especulación  convirtiendo el orbe de las finanzas en un gran casino donde obtienen grandes ganancias, gente como Susan tiene que deambular en la más absoluta miseria paseando su propia historia de fracaso; esta es la sociedad que se rige según las leyes de Darwin, como en su día nos dijo la profesora de biología, Marina Díaz, a sus alumnos del Arauca: la supervivencia del más apto.

Pero, me pregunto: ¿eso no es propio de un mundo salvaje y primitivo? ¿No deberíamos aspirar los hombres del siglo XXI a vivir en un entorno civilizado donde los más fuertes ayudan a los débiles? Pienso que esa ley estaba bien en la prehistoria, pero en pleno siglo XXI desdice mucho de quienes somos. Desdice de nuestra humanidad. Nos remite a la pura biología. Nos convierte en animales que viven en una jungla, de concreto, pero al fin y al cabo jungla.  Sin duda los seres humanos somos mucho más primitivos de lo que creemos.

 

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