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9 enero 2013 3 09 /01 /enero /2013 22:58

PELEAS DE PERROS Y GATOS

 

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Este fin de año que he pasado en Caracas estuvo, por mi parte, exento de toda celebración. Dedicada, prácticamente, a ser la cabeza de la casa de mis padres, el tiempo que dedico a la solución de los problemas legales, la atención a su negocio y el cuidado de mi madre, llena de achaques, se comen toda mi energía.

Por, otra parte, el rato para compartir con amigos  casi no existe; la mayoría de mis amistades están en situaciones  parecidas: padres mayores a los que hay que cuidar, además del propio trabajo y  las responsabilidades con los hijos que están en la universidad o saliendo de ella. En ocasiones se suma que algunos de mis amigos se encuentran afectados por sus propios problemas de salud, los de un hijo  o  los de su cónyuge.

No obstante, llenos de generosidad las invitaciones se han cruzado, no siendo posible, muchas veces, hacer honor a ellas: la realidad se impone y con familiares enfermos es necesario recogerse temprano. Este sin duda fue mi caso el último día del año.

Tras la cena, mi madre se acostó y yo me dispuse a disfrutar de la serie Los Tudor que en su día no había visto. Mientras estaba en ello, extrañada de no escuchar los cohetazos del 24 de diciembre a la misma hora, suena el teléfono. Era mi vecina, la señora Gisela que me llamaba para dar la felicitación de año nuevo y al mismo tiempo compartir su preocupación sobre la situación que vive el país con el presidente Chávez enfermo.

-         - ¿Qué le parece señora Mercedes cómo se encuentra el país con el problema de salud de presidente? Qué triste se ve todo, con esas misas que se multiplican pidiendo por su salud… ¡Y esta incertidumbre!

-       -   Bueno señora Gisela: ¿qué quiere qué le diga? Sin duda mucho mejor sería que el presidente estuviese bien, que tomase posesión de su cargo porque esta incertidumbre no es buena. No obstante, creo que los grandes lineamientos han quedado esbozados con el pronunciamiento de las fuerzas armadas diciendo que respaldan al actual gobierno, con el presidente o sin él; la respuesta del pueblo ante las urnas donde le han dado el triunfo en 19 gobernaciones al  oficialismo contra tres de la oposición; la ventaja de un millón de votos en la elecciones generales… creo que más claro no puede ser.

-        -  Sí, exactamente; el problema es que no sabemos si la cabeza sigue o no. Y a esta cabeza ya la conocíamos, ya  había dicho por donde iba…pero ahora ya no sabemos si sigue la misma cabeza…ahí está el problema.  

-         - Pero nada se puede hacer señora Gisela…en estos momentos se puede decir aquello de más “vale malo conocido que bueno por conocer”, sin duda,  porque ante la incertidumbre esta es la reacción y yo lo entiendo. Pero ante el desenlace, cualquiera que sea, no podemos hacer nada así que la preocupación me parece poco útil, al menos en mi caso.

-         - ¡Ay, sí, señora Mercedes! Y el dicho de “virgencita, virgencita, que me quede como estoy”. Y a usted todo esto no la favorece nada porque le retrasa su regreso a España y usted ya lleva tiempo en Venezuela. ¡Ya está perdiendo los colores y se están poniendo usted jipata…!

-         - ¿Jipata?

-         - Sí señora Mercedes…¡amarillaaa!

La señora Gisela es llanera. Siempre lo recuerda en nuestras conversaciones. Su plática suele estar salpicada de dichos llaneros que personalmente me encantan. Ella es de una zona cerca del río Arauca, un punto  que frecuentemente es tema  del presidente Chávez  en sus alocuciones  porque parece que él conoce muy bien esa zona. Yo estoy enterada porque la señora Gisela suele contarme lo que dice al respecto. A  pesar de esto la señora Gisela no es favorable a su gobierno. Por ello me sorprende cuando dice:

-         - Por un lado unos llorando y dando misas para pedir por su salud y por el otro esta oposición que no lo deja tranquilo; ¡por dios: es un hombre enfermo! Que dejen de estar dando vueltas alrededor de ese tema. ¡Qué tengan un poco de respeto! Parece que tienen  prisa por enterrarlo. Eso no es cristiano.

Bueno, la verdad es que yo no sigo de cerca ni lo que se dice por parte de la oposición ni lo que se dice por parte del oficialismo; con mi crisis doméstica sumada a la crisis que vive Europa creo que ya es suficiente. Cuando dejé España todavía no se habían realizado las elecciones estatales y un año más tarde, tras ganar el PP, el país en el que levanté mi proyecto de vida se está haciendo pedazos y lo que allí ocurre me recuerda demasiado lo que viví en Venezuela en los años previos a mi partida. Todo se repite.

En aquel momento, la década de los 90, mi actitud fue la huida: la incertidumbre de lo que podía pasar en Venezuela, junto con unos sentimientos muy pesimistas, me hicieron dar el paso. Y ahora siento una enorme rabia viendo que los que provocaron la crisis en América Latina durante los años 80 vuelven a las andadas. No han aprendido nada. Entiendo que para ellos es difícil aprender pues mientras duré lo que buscan van a obtener enormes beneficios en detrimento de la mayoría.

Actualmente estos buitres se han lanzado en pos del mundo que conocí, y en el que viví los últimos veinte años. Ese mundo que, a mi entender, era un modelo a seguir. Lo están torpedeando en aras de intereses bastardos. Y pretenden, igual que en el pasado, echar balones fuera mientras desvían el sentimiento de culpa hacia la población en general teniendo éxito parcial.

     - Mire señora Gisela, yo puedo resolver lo más inmediato. Lo que me toca de más cerca: el problema de la úlcera de la pierna de  mi madre, en lo que pueda, y poco más. Y en relación con las preocupaciones políticas, las imprescindibles, porque poca cosa puedo  hacer para resolver tantos imprevistos que se están presentando a nivel nacional e internacional. 

Y la verdad es. Me encuentro en la parte de la población que sufre o va a sufrir los varapalos de la gestión de los corruptos de turno, de los avariciosos de siempre, de los que roban a las arcas públicas de los países aprovechando la crisis[1] en nombre de una teoría neoliberal ideada por un profesor universitario judío sionista americano, Milton Friedman.No estoy entre el pequeñísimo grupo, el 1%, como dicen los indignados, que se está favoreciendo con esta crisis en base a las ideas que sostienen los Think Tank de organizaciones como la Fundación para el análisis y los estudios sociales, las FAES, fundada por “señor” Aznar.[2]

Tampoco estaba yo entre ese grupo de privilegiados en la década  de los 90 cuando en Venezuela, inmersa en el problema de la deuda, fue víctima de esa embestida neoliberal para implementar, bajo las directrices del FMI, las ideas propugnadas por estos señores: ello provocó que se viese claramente cómo los ricos eran cada vez más ricos y los pobres, de por sí muy depauperados, eran cada vez más pobres. Y es lo mismo que ocurre en Europa actualmente. Viví plenamente consciente aquella época en Venezuela y la vivo ahora en España.  

Como en aquel entonces en Venezuela, en España de hoy los ciudadanos se dividen según sus opiniones; están aquellos que combaten a estas sectas avariciosas y los que las apoyan, ya sea por desconocimiento,  ya sea porque están en el lugar donde pueden sacar una buena tajada o porque son susceptibles de recoger unas cuantas migajas que caigan de la mesa donde se celebra el banquete. Y en este marco, mientras en los tiempos buenos era fácil la tolerancia, en tiempos de crisis donde el nivel de la mayoría cae en picado, surge  eso de “o estás conmigo o contra mi” y ese “sálvese quien pueda”. De esta manera las familias, las amistades se enfrentan y muchas veces se pierde la relación. Comienzan las peleas de perros y gatos.

Y justamente mientras hablo con la señora Gisela  mi reciente adquisición, Boby, el perrito poodle rescatado de su abandono en la calle, comienza a perseguir a la gata que tenemos en casa. Una relación muy mal avenida desde que llegó: de la cocina al balcón; del balcón a la cocina. Tras un acorralamiento donde la gata se defiende admirablemente,  tal como observo desde donde estoy hablando por teléfono, la minina consigue escapar y cruzan ambos a toda velocidad, delante de mi, entre violentos ladridos del poodle. Llega un momento que se nota que Boby vuelve a tener acorralada a Mixu, la gata, pero ya no los veo. No me queda más remedio que suspender la  conversación telefónica  para acudir al rescate de la parte más débil.

Cuando llego llamo a Boby para que se  retire, pero se niega. Le doy una palmada mientras lo regaño y reacciona mostrándome los dientes. Me enfado y lo sacó a la terraza que queda en la parte trasera de la casa. Cierro la puerta y regreso a buscar la gata; no aparece. La llamó, pero no sale a mi paso como suele hacerlo: “¡Ay!, me digo. A ver si la gata ha sufrido un infarto con el susto y mañana la voy a encontrar en un  rincón tiesita!”, me digo. Esta idea me inquieta: menuda me espera con mi madre: “¡te lo dije! Que no entre a la casa el perro. La gata estaba aquí. El es el recién llegado y si no respeta a la gata que se quede en la terraza”. Pero yo sucumbo antes sus quejidos que parecen un lloro sentido que dice: quiero estar dentro con ustedes.

Decido que mejor dejo para el día siguiente la búsqueda de la gata.  Es muy tarde. Me acuesto y cerca de la madrugada me despierto dos veces. Las dos veces realizó una ronda de búsqueda de la gata. La llamo. Mixu, Mixu…nada… no aparece. Normalmente siempre que la llamo dirige  sus pasos hacia mí, pero en esta ocasión no da señales de vida…  Me acuesto con la misma sensación de fracaso: ¡mira que si ha muerto de un infarto por el susto!

En la mañana  del uno de enero despierto tarde. Cuando abro la puerta de la habitación siento el olor a café recién hecho. Veo a mi madre desayunando. De repente la gata sale de la cocina caminando ágil hacia donde yo estoy; la veo maravillada: ¡Mixu, estás viva! , le digo. ¡Qué alegría! Mi madre desayunando y la gata viva. Siento que ya es  suficiente  para sentir que el nuevo año es un nuevo año feliz. Definitivamente mis crisis domésticas son más importantes que cualquier otra cosa que pasé en Venezuela o España. Esperemos que los nuevos tiempos no nos agraven más de lo necesario nuestros pequeños problemas.

No obstante, pienso que eso no ocurre en la España de hoy donde ya más de una persona se ha quitado la vida lazándose por el balcón de su casa o quemándose a lo bonzo. Lástima pienso, que no fuesen los banqueros los que estuviesen en su lugar. O todos aquellos que están alrededor de los buitres que acosan las empresas públicas dejando al estado español cada vez más empobrecido, mientras colocan a la sanidad a expensas de empresas de capital de riesgo.

 Habrá que luchar por cambiar las tornas; el siglo XXI va camino a convertirse en un siglo de retrocesos. Pero la historia es la historia y el devenir de las sociedades dice que nada permanece, todo permuta. Y también esto cambiará y esta vez quiero estar para ayudar en ese cambio, en medio de esta “pelea de perros y gatos” y de ese: “o estás conmigo o en contra”. Ante esta disyuntiva y los que la plantean sé donde estoy: siempre en contra aunque nada más sea por la simple razón de plantearlo y de llevar la contraria para no perder la costumbre. Sin duda, una buena costumbre.



[1] Naomi Klein ha desarrollado lo que ella llama “la doctrina del shock”: la historia muestra muchos ejemplos de países en los cuales las políticas neoliberales de la escuela de Chicago dirigida entonces por Milton Friedman, que no hubieran sido aceptadas en tiempos normales, se impusieron aprovechando la confusión y el desconcierto que provocaron en la población acontecimientos traumáticos o catástrofes naturales. Friedman propone claramente esta estrategia en su libro Capitalism and freedom: “solo una crisis —real o percibida— da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente.  Creo que esa ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable”. Traducido: es necesario aprovechar las crisis para imponer nuestras ideas —las que “flotan en el ambiente”— que no serían aceptadas democráticamente en tiempos normales. 

[2] Las FAES no deja de ser una secta más de la muchas que se han establecido en el mundo con el objetivo de mantener  las ideas del líder de la escuela de los Chicago Boys  vivas, como bien señalan los Yes Men en su vídeo The ¡Yes Men al ataque! (al capitalismo se le cae la careta).  

 

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