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28 marzo 2012 3 28 /03 /marzo /2012 00:51

VISIÓN DE FELICIDAD DE

DOS HUMILDES CIUDADANOS

 

 

 

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Recientemente un amigo, Isaac Nahon, comentó en Facebook la siguiente noticia: Encuesta privada de Datanálisis: Chávez aventaja a Capriles en 13 puntos. Isaac señalaba lo siguiente:

<<Póngamos estos datos en perspectiva. ¿Se acuerdan de la “encuesta de la felicidad”? ¿Aquélla que decía que los venezolanos éramos de los seres humanos que se declaraban más felices en el planeta? Que después de 13 años de esta tragedia, un 44 o 48 por ciento de venezolanos diga que va a votar por Chávez, es consistente con el “país de la felicidad” que somos. Es chocante, pero no sorprendente. Hay muchas maneras de explicar esto (clientelismo, autoestima, revanchismo, etc.). No hay duda que el virus de la “felicidad” que nos han contagiado ha calado en el “pueblo”. Es un milagro que todavía un 30 o 35 por ciento sigamos resistiéndonos a ser felices>>.

El comentario de Isaac, su incapacidad para ver esa felicidad de la cual hablaba la susodicha encuesta, me remitió a una conversación que escuché entre dos buhoneros que se ganan la vida vendiendo medias (calcetines en España) y bóxers (interiores) en las calles caraqueñas, justamente esa misma mañana.

Estaba sentada esperando encontrarme con alguien, distraída, cerca de donde ellos se pararon a hablar en una de las calles céntricas y populares de Caracas. Lo que había sido un sonido de fondo pasó a primer plano. En ese momento los dos humildes comerciantes hablaban sobre unos determinados grupos de música que se habían presentado en no sé qué lugar y cuya representación habían disfrutado de forma totalmente gratuita. En medio de su charla surgió la siguiente frase: ¡gracias a la revolución!

Tras esta expresión mi interés se tornó participativo e intervine en la conversación preguntando detalles, pues a ellos no parecía molestarles ni mi presencia ni mi escucha activa: “¿Dónde había sido el espectáculo?”, les interrogué. En la Plaza Bolívar, contestó el más joven. Se había presentado el Gran Combo de Puerto Rico y había interpretado lo mejor de su repertorio con motivo de la celebración de fin de año. A las once de la noche, comentó, había salido de su casa, en Caño Amarillo, con su familia y se había reunido con otros familiares y amigos en la Plaza Bolívar donde el Gran Combo estaba interpretando sus mejores canciones para los que quisieran asistir al evento totalmente abierto al público y gratuito.

Con mesas, explicó el joven buhonero favorablemente impresionado. “Nos llevamos nuestras cavitas (neveras portátiles), con la cerveza y la suegra llevó las hallacas”[1], le comentó a su compañero. “Los que tenían niños pequeños extendieron en el suelo una manta y los colocaron a dormir; pasamos la noche bailando, en ambiente familiar, bromeando con los amigos mientras los alrededores estaban custodiados por la Guardia Nacional. ¿Y tú sabes lo que es disfrutar del Gran Combo gratiñán?”, volvió a inquirir el joven dirigiéndose al otro buhonero y añadió: “¿Sabes cuánto cuesta una representación de ese grupo?” “Es costosa”, dijo el mayor, mirándome directamente mientras asentía con la cabeza en sentido de impresionada admiración.

A continuación el joven se dirigió a mi persona: “señora, yo no sé si usted es de aquí, si vive en Caracas o está de visita[2], pero para que sepa, en este país nunca habíamos podido disfrutar de este tipo de espectáculos a menos que “soltásemos” nuestros buenos “riales”. Hace algún tiempo vino al país los muñecos de Jurassic Park al Sambil[3], yo quise llevar a mi hija, pero las entradas costaban para los niños 300 bolívares y para los mayores 400. Yo desistí, pero un amigo llevó a su pequeña para darle ese gusto. Entró con ella y dejó fuera a su mujer. Entró por una puerta y salió por otra y de esa manera dejó 700[4] bolos en ese día por complacer a su niña. Prácticamente por nada”.

“El año pasado el gobierno trajo el mismo espectáculo y lo presentó en El Parque Los Caobos. Estuvo toda la semana. Yo pude llevar a mi hija y disfrutamos todos de un día domingo en familia sin gastar un dinero que no tenemos. Señora: finalmente se hacen cosas para que los pobres las disfruten. Antes solo la gente con “rial” podía. Y eso, gracias a la revolución. Disculpe, ¿cuánto tiempo tiene en Caracas?, si no es de aquí"

“Las dos cosas: soy de aquí y no soy”, respondí con la ambigüedad que acostumbro dadas mis circunstancias. "Soy de Caracas, porque nací en Caracas, pero sí estoy de paso porque vivo fuera. ¿Por qué?”, pregunté. “Para invitarla a que vaya a un espectáculo de esos cuando tenga oportunidad”. “Bueno, respondí, estuve en la Feria Internacional del Libro en El Teresa Carreño”. “Se fija, otras instalaciones que eran para la élite y ahora las puede disfrutar todo el mundo”, comentó. “¿Y le gustó?”, preguntó a continuación.

Antes de que pudiese contestar me sorprendió la intervención del mayor que le dijo al más joven: “¿sabes un libro que quiero leer? De Yare a Miraflores, el libro que escribió el amigo de Chávez, ese… ¿cómo se llama?... José Vicente Rangel”[5]. Al escuchar el nombre del libro, yo recordé que estaba entre los ejemplares que estuve escudriñando en la feria: El poder, la mentira y la muerte. De El Amparo al Caracazo, de Miguel Izard y otro referente a la misma explosión social de 1989 titulado El Caracazo, de varios autores cuyo costo rondaba entre los quince y veinte bolívares. Por ello procedí a informar del precio al interesado buhonero.

"Veinte bolos, te fijas, regalado”, exclamó dirigiéndose a su compañero. “Lo puedes conseguir en las Librerías del Sur”, le expliqué. “Tienes una cerca de la Plaza Bolívar, bajando por la calle que pasa frente a La Catedral o sino la misma que está en el Teresa Carreño”.

Tras darme las gracias por la información, y verse sorprendidos por los datos que les suministré, los dos humildes vendedores de interiores y medias se despidieron con la siguiente frase: “por todo esto señora, viviremos y venceremos” Y mirando a su compañero: “y por ello ¡no volverán!”.

Me quedé observándolos en su marcha, sorprendida de ver cómo el último eslogan de Chávez, ¡viviremos y venceremos!, ha calado en ellos, y al mismo tiempo sin dejar de pensar que ese ¡no volverán! me recordaba el grito que dirigió la legendaria Dolores Ibarruri, "La Pasionaria" a las masas en el Asedio de Madrid durante la Guerra Civil Española: ¡No pasarán!

Dentro de todo el contexto que me rodea también me quedé preguntándome cómo es posible que ese mundo, esa visión de esos dos humildes ciudadanos venezolanos, esté tan lejos de muchos de mis amigos y conocidos; tengo que reconocer que el mundo en el que vivo, en esta ciudad capital, está muy lejos de esa visión de la “otra Venezuela” que me dieron esos dos hombres en un fugaz momento en esta tan acelerada vida caraqueña.

 

 

[1] Típico manjar venezolano de Navidad, consistente en una especie de empanada de maíz cocida en hojas de platano.

[2] A pesar de haber nacido, y vivido más de veinte años en el país, la referencia a mi  persona como extranjera es constante.

[3] Un centro comercial  caraqueño muy popular entre la población.

[4] El salario mínimo en Venezuela es de 1.500 bolívares. Calculo que a los caraqueños le resulta más rentable vender medias o interiores en la acera de cualquier calle de la capital que trabajar por un sueldo que no llega cubrir la cesta alimentaria básica de una familia. Ni siquiera el salario de un profesional, ya sea administrador o médico, que asciende, en ocasiones, a los seis mil bolívares, cubre totalmente el costo mensual de un mercado.

[5] El 18 de marzo, salió en prensa que el libro se había agotado en la feria: “Se acabó el libro, no hagan más cola que se acabó!”, le gritaba una voz a quienes se mantenían en la fila para retirar gratuitamente el libro De Yare a Miraflores, el mismo subversivo, donde se encuentran las entrevistas hechas a Hugo Chávez por el periodista José Vicente Rangel”. (Noticias 24.Venezuela, 18 de marzo de 2012).

[6] Uno de mis actividades  favoritas es escudriñar librerías, y, por supuesto, las del gobierno venezolano, llamadas Librerías del Sur, no fueron una excepción. Por otra parte quiero informar a mis amigos españoles que El Teresa Carreño es uno de los teatros más importantes de Latinoamérica y se encuentra en el complejo cultural del mismo nombre. Fue inaugurado el 19 de abril de 1983.  

 


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